El covid-19 ha traído múltiples desequilibrios en todos los aspectos de la cotidianidad, las investigaciones principalmente se han enfocado en encontrar un remedio para frenarla, la mayoría de investigaciones en otras enfermedades se han visto alteradas, teniendo que recurrir a métodos de comunicación a distancia y al suministro de medicamentos en el hogar de los pacientes. En el campo educativo, han sido numerosos los investigadores/as en un contexto complicado como este, han desarrollado estudios movidos por la voluntad de entender mejor la situación y sus implicaciones. Aunque la investigación social y educativa, a diferencia de la biomédica, no ha estado en el tapete como la señalada anteriormente debido a la particularidad de esta enfermedad que cada día nos trae sorpresas, de ahí que los estudios realizados estos meses, han mostrado que no podemos prescindir de las ciencias sociales. La pandemia ha puesto a prueba los sistemas educativos.
Podríamos hablar de un experimento natural, puesto que ha alterado las variables que habitualmente afectan a nuestros comportamientos en distintos ámbitos de la vida social, generando condiciones y situaciones imprevistas. Cuestiones que en circunstancias normales no nos plantearíamos, salvo como ficción o especulación nos enfrentamos a diversas dudas, abriendo nuevas posibilidades de investigación hoy en día.
Supone también una prueba de fuerza, pues permite examinar la capacidad de respuesta del sistema educativo ante el estrés generado por factores externos. En este caso, la presión generada a la vez en toda una serie de entramados de relaciones sociales interdependientes (familias, sistema educativo, mercado de trabajo, campo político, etc.) ha generado enormes tensiones.