Dada la situación de diversidad en la sociedad, apostamos por la educación inclusiva, porque supone una filosofía de actuación que sobrepasa el marco de lo educativo y hace hincapié en la construcción de políticas no
segregadoras, evitando procesos de exclusión y apostando por la inclusión de todos los ciudadanos. La inclusión es un proceso de reestructuración escolar, un proceso de cambio que lleva su tiempo. Por consiguiente, la política educativa actual se apoya en una base filosófica-ideológica, pues concibe a la
escuela como agente de cambio, enmarcada en un nuevo modelo de sociedad incluyente, que considera tres aspectos básicos:
a) Respeto por las diferencias
b) Derechos humanos e igualdad de oportunidades
c) Escuela para todos.
En este sentido, se debe tener en consideración que un valor fundamental que debe estar presente en toda escuela es educar respetando las diferencias, y al hacerlo, logramos una escuela más abierta a la comunidad, más participativa en la atención de los estudiantes sin importar el género; una escuela que responda a diferentes necesidades, cuya organización permita buscar alternativas para solucionar posibles problemáticas y encontrar nuevos servicios y apoyos, para fortalecer la actualización docente, la vinculación con los padres de familia y la comunidad.
En relación con esto, no cabe duda, el reto y compromiso social que se plantea para las escuelas inclusivas sugiere que estén preparadas para aceptar y educar al estudiantado con diferencias, con un sentido comunitario, de convivencia, apoyo mutuo, etc., para ello, es necesario recurrir a una serie de principios y valores para asegurar una educación basada en la diversidad.
Debido a lo antes expuesto, es necesario definir la atención a la diversidad como el conjunto de acciones educativas que pretenden prevenir y responder a las necesidades permanentes o temporales en el estudiantado, en los diferentes entornos educativos.