Hablar de lectura en el siglo XXI implica reconocer un escenario profundamente distinto al de generaciones anteriores. La irrupción de la era digital ha transformado las formas de acceder, procesar y compartir la información, influyendo directamente en los hábitos lectores de niños y adolescentes. Lejos de ser un obstáculo, este entorno tecnológico ofrece nuevas oportunidades para animar a la lectura, siempre
que se diseñen estrategias pertinentes que conecten con los intereses y lenguajes de las nuevas generaciones.
En primer lugar, es necesario comprender que los niños y adolescentes actuales son nativos digitales. Se desenvuelven cotidianamente entre pantallas, redes sociales, videojuegos y recursos multimedia. Ante este panorama, insistir únicamente en los soportes tradicionales puede resultar poco atractivo. El reto no está en abandonar el libro impreso, sino en articularlo con recursos digitales que enriquezcan la
experiencia lectora. Audiolibros, aplicaciones interactivas, cómics digitales y narraciones transmedia son ejemplos de cómo la literatura puede presentarse de manera más cercana y motivadora.
Sin embargo, la simple digitalización de textos no garantiza la formación de lectores críticos. Por ello, las estrategias de animación a la lectura deben orientarse a la construcción de experiencias significativas. Una de ellas es el uso de clubes de lectura virtuales, que permiten compartir opiniones, debates y recomendaciones en
plataformas accesibles para los jóvenes. De esta forma, la lectura se convierte en un acto social y colaborativo. Otra estrategia potente consiste en vincular la lectura con la gamificación. Cuando se incorporan dinámicas propias de los videojuegos —como retos, insignias o recompensas simbólicas—, la motivación aumenta y el
proceso lector se vive de manera lúdica. Además, los proyectos de escritura creativa digital (blogs, podcasts, fanfictions) no solo fomentan la lectura, sino también la producción de nuevos contenidos, lo que fortalece competencias comunicativas integrales.